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jueves, 12 de abril de 2012

Caminos unidos, no cruzados.


Esas mañanas en las que piensas que todo será diferente, en las que dices ‘hasta aquí’, en las que te ves con ganas (esas que tanto escaseaban) de mandar todo a la mierda, de comenzar a buscarte, de ¿por qué no?,  encontrarte. Había anochecido y amanecido tantos días, y seguías igual, seguías en el pasado, ese que siempre terminaba apuñalandote.

Solo bastaba un paso más, solo uno para verlo todo del revés. 


Esperar, mirar, que estés lejos, que te hayas ido y que de aquel tren que tal vez debiste coger, solo quede un esbozo de su humo, una pincelada de su sonrisa, esa que ahora se difumina en la distancia.



Lagrimas perdidas, invertidas en esa persona, invertidas en todo lo que iba a ser y no fue, en todo lo que tendría que haber sido y por ella, nunca será.

Esos te quieros implícitos, esas miradas, esos ‘sentimientos’ en cada uno de los besos que tantas veces te dio sin ganas.  


Era un quiero y no puedo, estaba claro, era un día tras otro, una condena a tus sentimientos.  Su indiferencia atemporal te hacia fuerte, dolía, pero valía,  te hacia zozobrar, ya no podías.

¿Desistir?
En esos momentos en los que crees no tener fronteras, no tener límites con los que chocar, es cuando todas las paredes se desmoronan, todos los pilares de esa genialidad que te cautivó, se van al traste, se esfuman solo viendo y sintiendo que algo no era como tu pensabas, algo no era como la película de tu cabeza, algo se había vuelto gris, se había vuelto, ¿por qué no? , real.


Su oportunidad pasó, los caminos pueden volverse a juntar, ya no, cruzar.

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