Octubre, este mes que da inicio a la transición entre
el fin de un verano exprés en el que todo comenzó sin casi darte cuenta, y la
vuelta a la dura y fría constancia de días sin fin.
Ahora pocas cosas tienen sentido, solo intentas
desalojar tu cuerpo del ocio, del no hacer nada, y solo crees que debes
llenarlo del día a día, de lo que realmente debe ocupar tu día y tu noche, de
lo que aquí en adelante hagan que veas luces de colores brillar por las calles
de aquí a un puñado de meses.
Hoy tengo demasiados momentos en la retina, demasiadas
cosas aun por analizar, demasiado tiempo que concentrar en un papel, pero lo
simple lo sigo haciendo aun más simple y lo difícil lo reduzco al máximo, he
aquí mi error, he aquí el error que me hace no ser tan claro como en tantas
ocasiones quisiera.
Quiero expresar con la mirada lo que realmente siento,
lo que realmente deseo que suceda, o un su defecto, que al menos alguien se de
cuenta de que algo pasa, que hay algo que dentro de mis engranajes vitales no
va bien.
A días y solo eso, a días, vuelves a recaer en los
mismos hombros donde apoyarte, en las mismas zonas de emergencia, en los de
siempre.
No quieres, no puedes, no te sale decir lo que
realmente pasa, ese principio es asesino, pero no queda otra, la confianza en
esa salida de emergencia esta forjada de forma natural, y ya ni amistad ni
gaitas, ya es impulso irracional y natural el que te lleva a desinflarte, para
al final recibir esa hondonada de aire puro que hace resurgir de las cenizas
hasta lo más intrínseco que tienes dentro.
Decidir, pensar, escribir, vomitar, malvivir,
descansar y evitar el delirio, todo ello con la noche de aliada y con tus
labios esperándome, allá donde quiera que estén.
La mezcla está ahí, es obvio. Crees ser una estatua
erguida y rígida, que la otra parte es blanda y dúctil, los remedios son el
punto de inflexión, no valen extremos como refugio. Actúo.
¿Los dos contentos? ¿Los dos amigos?, la función
terminó, dijo ‘hasta la vista' cuando se fundió la luz, cuando ya nada había
que hacer, cuando querías aire y te di la atmósfera entera. Piénsalo, somos dos
extraños en cuerpos de hermanos, condenados a alejarnos con el paso de las
horas, de los minutos, de los kilómetros.
Ojala estuviera todo bajo control como muchos lo
tienen, como muchos creen tener, pero no, yo voy a mi ritmo, ese ritmo
arrítmico que se hunde y flota en los momentos más inesperados.
Los días te condenan a ese sobrevivir de esa forma que
yo odio, de esa forma de la que rápido te acostumbras a vivir 'bien'.
Muchas veces lo olvidamos, al menos yo, olvidamos que
en vez de mirar el camino, lo que fue, lo que es y lo que será, tenemos que
mirar nuestros pies, nuestro yo, mirarnos en ese espejo trasparente para
conocernos y no dejar que las hostias nos caigan ‘mañana’ desde todos los
puntos cardinales, para luego encima no saber por donde cogerte ni a ti mismo.
No veo opciones, salidas, solo quiero aligerar mi
equipaje, llevar lo que me nutre, lo que consigue autopropulsarme día a día,
llevarte a ti, a ti, a ti y a ti, no llevar forraje que solo ocupa y no se
preocupa.
Menos mal que como dice un buen ‘apoyo’, salir a flote
siempre se nos dio bien, y los palos cuantos más te dan, al final menos se
sienten.
Para sonreír son malos tiempos, está claro.