No hay
lugares donde pueda explicar lo que siento, aquello que cuando te tengo entre
mis manos siento.
Eres dúctil y a la vez consigues
volverme frío, me haces escurrirme como el hielo sobre el cristal. Eres
mi alteración, mi alteración de alteraciones en estos grandes y
torpes centímetros de piel reseca.
Como ritmo
de tambor me vuelvo redoble al instante, ese instante en el que decides ir,
decides dirigirte hacia esos labios
demasiado tímidos e inexpertos, que desde hace rato claman
al cielo el roce de esa carne tan prohibida y soñada hace días.
Por mucho
que anochezca necesito sanar lo que será en pocas horas mi amanecer, me
consuelo con el esperar fines de semana no tan finales, termino consiguiendo vaciarme y
llenarme de mi, día tras día, logro recordar cada instante para
que mi cerebro idiota no reseteé por costumbre todos y cada uno de esos
instantes que tanto puede aprovechar, y que como tonto
con piruleta deje escapar, aunque no del todo claro.
Borracho de
sueños de poco alimento, consigo cumplir mi tercer, cuarto o
decimosexto día sin verte. Cuando llega el momento, las sonrisas salen solas, al
igual que los roces de nuestras inoportunas manos, pero sigo
sin saber el porque de todo, el porqué de tener valor de seguir igual
que cuando comenzamos a caminar.
El valor es
cosa de valientes (o eso dicen), pero al igual que boca con dientes, consigo morder, pero no
tragar. Es un circulo demasiado vicioso que necesito abrir y conseguir derrochar a raudales esa confianza que tanto siento, pero no demuestro.
Creo que es
hora de coger las maletas, de no cambiar, pero si mejorar, es el momento de no
contar y conseguir pillar a la vida el ritmo que lleva, me he vuelto un
arrítmico, y hay que ponerse a la altura.
Ya valió
eso de querer ser un príncipe azul desteñido, de ser feliz a ratos y
eso de hacer amigos de aquí para allá. Necesito hacer funcionar esa maquinaria
que sé que tengo. La clave son las herramientas precisas para el montaje (en lenguaje para cortos, sentimientos), se que las tengo.
No es
pensarlo más, es esquivar la soledad y dejar de estar fatal. Dejaré de ser ese
extraño que habita dentro de mí. ¡Resurgiré!
Es hora de
sacar el palo y limpiar las telarañas, las que obstruyen todo lo que en verdad
soy, lo que en verdad intuyes. Es hora de entonar el vals del adiós.
Me voy pero no llores tu, no estés triste
Me largo porque no soy tu mejor opción
prefiero no ver tus ojos al despedirme
y a ser feliz en otra
canción.
Huir fue mi costumbre cuando hay tormenta,
mi traje de cobarde me sienta bien,
que pronto se hizo tarde pido la cuenta,
dos besos de propina y hasta otra vez.
y brindo por esas noches donde todo era
alegría,
esa mezcla de sonrisas y rock and roll,
Esas tardes de verano apurándonos los cuerpos,
valía mas el bar de abajo que toda nueva york.
Me voy cantando el vals del adiós...
Acepto la derrota como costumbre,
asumo tu destierro por solución,
ya no arde la madera no queda lumbre,
cenizas de un pasado, que ya pasó.
Y brindo por esas noches donde todo era
alegría,
esa mezcla de sonrisas y rock and roll,
Esas tardes de verano apurándonos los cuerpos,
valía mas el bar de abajo que toda nueva york.
Me voy cantando el vals del adiós...
Estampida a deshora, pero necesaria.
Ofrecí, y poco recibí, por eso así decidí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario