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sábado, 5 de noviembre de 2011

LOS HIJOS DEL FRACASO


Siempre tenemos mil razones para querer, para escribir, cantar, soñar, recordar…
Esto va por todos aquellos que alguna vez estuvimos ahí, en ese vacío, entre una cosa y otra, entre los dos filos… donde más corta…
Es razonable que todos pensemos alguna vez en el fracaso, yo y mi fracaso vamos de la mano, como amigos, como amantes… aunque no soporte la idea de tener una vida lejos de ti, de tu sonrisa hecha perfección, de tu olor que todo lo atrapa, una vida lejos de tus niñerías, de tus antojos, de tus arrebatos de pasión…
El hecho de no querer subir a lo más alto, se entiende, pero no se comprende…(como era de esperar…).
¿Por qué tanta frialdad e indiferencia en ocasiones…?
Según dicen, o dicen que dicen… las personas somos seres sociales, necesitamos de otras personas para ser felices, para completarnos, porque por mucho que nazcamos enteros… siempre hay un engranaje suelto que necesita otro para seguir siendo útil y funcionar.
¿Qué sería de las medias naranjas sin las naranjas enteras? ¿Y de las naranjas sin las ramas y el árbol que las dieron la vida?
Nunca podremos llegar a ser felices solos, ni buscar la felicidad y el refugio en la solución fácil…
Motivos, apariencias, verdades, franquezas, flaquezas, entusiasmos que tienen las personas que te rodean… ¿y tú? ¿Tu que pretendes? ¿Qué intentas conseguir continuando con ese ritmo sinusal? que solo te hace obedecer reglas estúpidas y no salir de ese círculo en el que un día entraste y ahora tanto te cuesta abandonar…
Te paras, avanzas, tropiezas, aceleras de forma histérica… no sabes donde detenerte… te condena la inercia… y lo peor es no saber porqué…
Nosotros no cesamos de dar vueltas alrededor de algo inerte, que solo nos condena a la oscuridad, a la penumbra, a la jodida tristeza de este otoño lluvioso…. 
Tenemos que empezar a comprender porque muchos estamos solos, vacios, sin nada gratificante que “llevarnos a la boca”. Intentos, pero solo eso… intentos fallidos de toda una vida que estamos condenando a la desidia y a las habitaciones de tragaluz.
Pero ahora solo me sale “repetir” que también tengo otras mil razones más para obviarte, odiarte, olvidarte, gritarte, borrarte… y como no… BESARTE.




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